Vamos  a empezar hablando sobre el origen de la tartamudez. Antes de nada hay  que aclarar que no hay una opinión unánime sobre cuál es la causa  exacta, si hay un único origen o bien es la confluencia de varias causas  las que la originan. Pero en lo que sí se coincide es en  la idea de  que la tartamudez nace de los esfuerzos que la persona hace o ha hecho  anteriormente para hablar mejor, a pesar de los bloqueos, repeticiones,  atascos, equivocaciones... (que existen habitualmente en el habla  normal). Hay personas que superan estas dificultades de forma natural,  sin darle mayor importancia, pero en cambio hay otras que le otorgan  tanta importancia a esas dificultadas que quedan estancados en ellas. 
Aunque  hay muchas ideas contrarias sobre la tartamudez y su origen, la mayor  parte de los especialistas coinciden en la importancia de la actitud de  los padres frente a la tartamudez de su hijo. Se ha podido observar  incluso que la adopción de una actitud adecuada frente a estos  accidentes del habla pueden ser suficientes, en el niño menor de 6 años,  puede hacer desaparecer la tartamudez en la casi totalidad de los  casos, incluso cuando se presenta en un grado importante o cuando hace  ya más de un año de su presentación. Por ello merece la pena tomarse  este aspecto muy en serio:
TRES  ACTITUDES PERJUDICIALES
Muchos  padres han probado algunas de estas actitudes, actitudes naturales que  se adoptan con la mejor intención del mundo, pero que pueden ejercer el  efecto contrario.
1.Reproches,  burlas, o apelar a su voluntad. “Presta un poco de atención cuando  hablas”, “repite eso mejor, cuando quieres, sabes hablar perfectamente”.  El temor de tener que afrontar nuevos reproches hará que el niño  aumente su esfuerzo por hablar, aumentará su tensión  y empeorará el  problema.
2.Consejos:  “relájate”, “habla más despacio”, “respira”, “articula”, “piensa  primero lo que vas a decir…” etc.  Para conseguir que el niño se relaje  al  hablar, no es la mejor idea decirle al niño que se relaje. No hay  nada que resulte más irritante que a uno se le interrumpa continuamente.  Vigilar además de manera constante el propio habla resulta una empresa  imposible de mantener mucho tiempo, sin afectar a la calidad de la  comunicación, se le quita espontaneidad y agrava la situación.
3.Falsa  indiferencia: actuar como si no pasara nada en particular. Dejar que el  niño acabe (laboriosamente y con esfuerzo) su frase. Fingir no  tranquiliza al niño, el sabe que es algo desagradable, pero de lo que no  se habla, lo cual le da más importancia aún. Si mamá prefiere o hacer  caso de este problema que me causa tantas dificultades –pensará el niño-  es que debe ser algo muy molesto, así que me tendré que esforzar mucho  en ocultarlo. Como consecuencia: aumenta aún más su miedo a hablar.
Y  ENTONCES…¿CÓMO ACTUAR?
Es  necesario adoptar la actitud de un interlocutor activo en la  conversación, y para llegar a ello es necesario:
- Interesarse  siempre en todo lo que el niño tiene que decir
 
- Proponer la palabra en la que el niño se ha atascado o un final para  su frase
 
- Hacer preguntas sobre lo que cree que el niño quiere decir, pero  proponiendo inmediatamente algunas respuestas posibles
 
- Decirle al niño qué es lo que ha entendido hasta aquel momento (o en  algunas contadas ocasiones, lo que no se ha entendido)
 
- EVITAR TODA DEMANDA DE ESFUERZO PARA HABLAR. No obligar al niño a  hablar, la comunicación es algo natural, que surge de forma espontánea,  ante la necesidad de decir algo, no hemos de forzarlo ni ponerlo en  situaciones comprometidas. 
 
PARA  QUE LAS COSAS EVOLUCIONEN
Es  necesario evitar pedir al niño que hable más lentamente, o que repita  lo que ha dicho articulando mejor. Esta manera de actuar sólo sirve para  romper la atmósfera de comunicación viva y transforma el intercambio  verbal en un ejercicio molesto e ineficaz.
El  interlocutor debe permanecer en su papel como tal, y no pasar a actuar  como un consejero del habla. No se puede hablar normalmente a alguien  que se presenta como un juez de habla que le dirige. El habla no  evoluciona correctamente si no se preserva la calidad de la  comunicación, si no se le da más importancia a lo que se quiere decir  sobre cómo se dice.
Las  personas del entorno del niño deben tomar una actitud abierta y no  dudar, cuando no comprenda lo que quiere decir, en realizarle preguntas  acerca lo que crea haber comprendido. Es importante prestar atención a  que estas preguntas no sean interpretadas como un reproche, sino hacerle  sentir que nos importa mucho lo que nos quiere contar.
Debe  evitarse también la actitud de fingir no haber comprendido a causa de  la mala expresión del niño.
PRÁCTICAS  POSITIVAS
“Ven,  vamos a leer unos dibujos”. Sin embargo, si el niño se niega, lo  dejaremos para el día siguiente. Sin insistir. “Bueno, mañana entonces”  (pero no cuando tú quieras).
El  niño escoge un libro de entre los 4 ó 5 que le proponemos. Puede  incluso que sea el mismo cada vez durante un cierto tiempo. Tiene que  ser un libro que narre una historia con muchas ilustraciones vivas y  ricas.
La  madre o el padre irán contando al niño “lo que hay” y “lo que pasa” en  los dibujos mientras lo van mostrando con el dedo.
Deben  emplear un lenguaje familiar, un tono natural pero más bien melodioso y  a un ritmo lento, que se adapte no a las posibilidades de la  comprensión del niño, sino a sus posibilidades de articulación.
Deben  ir haciendo preguntas pero proponiendo, ellos mismos las respuestas SIN  DEMORA. Es esencial que el niño no se sienta obligado a hablar en  ningún momento.
Dejarán  que el niño se exprese si siente la necesidad de hacerlo, pero  recuperarán enseguida la iniciativa. Son los padres los que “llevan al  niño de paseo a través de los dibujos”, si bien siguiendo el interés de  éste.
Deberán  aprobar las propuestas del niño, aunque estén mal articuladas o sean  frases imperfectas, pero sin hacerle sentir la corrección ni pedir  ningún tipo de repetición.
De  vez en cuando alguno de los padres puede leer el texto pero, después de  cada frase, deberá repetir lo que ha leído en un lenguaje familiar,  comentándolo y haciendo referencia a las experiencias del niño “Mira  esto, es como en la casa de la abuela ¿te acuerdas?”
ENTRENAMIENTO  EVENTUAL
En  algunos casos puede ser útil que el niño emprenda un entrenamiento  especial a base de ejercicios de relajación, seguidos de práctica de  lectura expresiva, con el objetivo de orientar su mente en el momento de  hablar. Un entrenamiento de este tipo no es indispensable, ya que el  problema puede regresar perfectamente de una manera espontánea al  madurar el niño con el curso de los años, siempre y cuando la actitud de  su entorno lo haya favorecido.